Esta semana te voy a dar la chapa dos veces, además seguidas, porque mañana tengo un texto (especialmente duro) que voy a publicar por aquí. El problema, que también me he comprometido conmigo a sacar un Tres de Tres cada viernes, y como en esta sección realmente no escribo yo y esta es la tercera semana, me cuesta menos trabajo y todavía me dura la flipada del que comienza una misión.
Si después del caso gmail de la semana pasada no se me desapuntó prácticamente nadie, imagino que esta sí va a ser la semana clave donde me vuelvo a quedar en este espacio solo con mis amigos y familiares.
Tres de tres: Capítulo 3. Borrachos, asquerosos e incomprendidos.
Recordatorio. La sección la componen tres apartados: película, libro y bonus track (lo que se me ocurra cada día).
Dentro de cada apartado, tres citas o ideas que merecen ser recordadas. Vamos a ello:
Barfly: el borracho.
Película semi-autobiográfica escrita por Charles Bukowski y dirigida por Barbet Schroeder. Por primera vez Henry Chinaski, el alter ego de Bukowski, salta de los libros a la gran pantalla, interpretado por Mickey Rourke. Los entresijos del rodaje dieron para que Bukowski escribiera Hollywood, donde despachó a gran parte de la escena cinematográfica del momento con su peculiar estilo. Vamos, que no dejó títere con cabeza.
Camarero: ¿Qué tal el trabajo?
Henry: Qué gente tan estúpida, no saben apreciar nada, en este país todos tienen la obligación de ser algo, es como si alguien hubiese escrito una regla que dice que todos tienen que ser algo. Todos tienen que hacer algo: eres dentista, piloto, poli, jardinero, portero, predicador. Yo a veces me aburro de pensar en todas las cosas que no quiero hacer, las cosas que no quiero ser. Hay muchas que no quiero hacer como ir a limpiarme los dientes, a salvar ballenas y todo eso y no lo entiendo.
Camarero: No debes pensar en eso. Lo mejor es no pensar en nada.
Henry: Quiero darte las gracias por tu hospitalidad.
Wanda: Solo una cosa. No quiero enamorarme nunca. No quiero volver a pasar por eso. No puedo.
Henry: Oye, no te preocupes. Nadie me ha amado todavía.
Tully: Sé algo sobre ti.
Henry: ¿En serio?
Tully: Has sido encarcelado doce veces. Te gustan Mahler y Mozart... Odias las películas. Te gustan los aguacates y Schopenhauer.
Henry: Parece que tu hombre hizo su tarea, cariño.
Tully: Cuando leí tus historias, tuve que averiguarlo. Me hicieron sentir. Y me hacen sentir curiosidad, muy curioso. Ya sabes, en la casa de huéspedes, podrías escribir en paz.
Henry: Muñeca, nadie que escriba algo que merezca la pena puede escribir en paz.
Los asquerosos
Novela de Santiago Lorenzo. Una huida para ocultarse de la ley en una aldea abandonada sirve como inicio a unas páginas cargadas de crítica social, mala hostia y humor, con la España Vacía como escenario.
A propósito de lo anterior, me habló del descubrimiento extraño que se tenía autoinvestigado. Consistía básicamente en pensar qué haría él si en su paseo mañanero se encontrara 1000 euros a los pies de un árbol. Concluía que esa tarde tampoco cambiaría de planes.
No saldría disparado al poblado para fundir los billetes. Y no porque pudieran verlo, sino porque no reuniría ganas. Los recogería porque quedaría muy esnob no hacerlo, pero sin saber que fin darles. Revelación conductual bastante más valiosa, a efectos incluso económicos que los propios 1000 euros. Si la falta de dinero es frustrante y provoca desvalimiento, entonces aquí estaba el desfrustrante descubrimiento.
Les tiraba la ostentación, esa forma que tienen los advenedizos y los acomplejados de expresar su confusa relación con su dinero. Llevaban la marca de la ropa tan a la vista que Manuel podía leer las letras desde el sobrado.
… hiperfelicitados por cualquier parida, con un bieeeen que se oía a todas horas: porque el crío había encestado una canica en la piscina hinchable o porque había pedaleado cinco metros sin que le volcara la bici de cuatro ruedas. Quizá era por tanta anuencia y por tanto premio gratis que no sabían hacer nada. Todo había que dárselo hecho. Llegarían a adultos sin conocer la compleja receta del bocadillo de chorizo.
Bonus track
Tres obras de arte que, si bien han quedado para la posteridad, son referentes y consideradas revolucionarias en sus respectivos campos, no contaron con la comprensión, la aprobación y el éxito desde el primer momento.
La leyenda del tiempo. Camarón. Álbum publicado en 1979.
Camarón de la Isla todavía es recordado por revolucionar un estilo como el flamenco. También por ser pionero en traspasar fronteras con el flamenco por bandera, incluso eclipsando a Miles Davis en el festival de Jazz de Montreux, meses antes de su muerte. En La Leyenda del Tiempo participaron músicos que todavía son referentes como Jorge Pardo, Kiko Veneno, Raimundo Amador o Tomatito.
Este disco, considerado una de las obras más importantes de la historia del flamenco fue un fracaso de ventas, criticado por puristas del flamenco e incluso fue devuelto por algunos fans que decían que «ese no era Camarón».
Camarón, por su parte, siempre lo vio claro: «cuando hago un disco no pienso en lo que van a decir, porque yo sé que de momento no lo van a entender, tiene un cierto tiempo para que lo entiendan».
La ópera de Sydney.
En Sydney este año están de cumpleaños. Su emblema, el edificio de la ópera, cumple 50 años. Australia saca pecho por este símbolo, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Pero si queremos decir toda la verdad, entonces también tendremos que decir que durante el proceso de construcción, su creador, el arquitecto danés Jorn Utzon, terminó tan harto de trabas, recortes y menosprecios, que antes de ver su obra finalizada acabó por coger un avión, abandonar Australia y no volver nunca. La tensión llegó hasta el punto de que ni siquiera fue invitado al acto de inauguración del edificio.
Hace unas semanas, Fernando Aramburu (sí, el de Patria) escribió una pequeña columna sobre la Ópera de Sydney donde lo cuenta mejor y más bonito que yo.
El club de la lucha. Película dirigida por David Fincher.
El club de la lucha es una novela de Chuck Palanhiuk. Su adaptación al cine fue tan buena que la llegó a eclipsar. Los abdominales de un Brad Pitt en su estado prime, encarnando la viva imagen del superhombre de Nietzsche, las interpretaciones de Edward Norton y Helena Bonham Carter, y ese trasfondo de decadencia, anarquía y nihilismo, sintetizado en un puñado de frases que ya son parte de la cultura popular, han elevado esta obra a la categoría de película de culto, generando también diversos debates sobre si su mensaje es anarquista o fascista, si es realmente transgresora o se queda en lo superficial (hasta el filósofo Zizek se mojó), o si es cierto que en cada secuencia hay un vaso de Starbucks en alguna parte del plano.
De todo esto hablamos todavía, en 2023, pero cuando se estrenó en 1999, la película de Fincher pasó prácticamente desapercibida y fue un fracaso en taquilla.
Los propios protagonistas responsabilizaron a los ejecutivos y responsables de marketing de la Fox de la falta de difusión, al sentirse incómodos con la película.
Meses después, El club de la lucha se lanzó en DVD, y el resto es historia.
Mañana vuelvo, ya con algo de mi cosecha para contar.
Love ❤️🩹,
Iván.